3.2.08

Recuerdo de Palacio

El Señor del Sie7e, Keiko y Miyuki

Regresó ayer mi cuñado a lo lóbrego, a su cenagoso Señorío del Sie7e. Nuestro Palacio de estilo ecléctico-desaliñado se siente hoy mohíno. Diga la Única y yo mismo, Tomoya I, al cruzar las estancias de Villa Que me quede como estoy, advertimos cómo las lágrimas se remansan en los ojos de todo el personal de la corte, especialmente en los de las damas que cada noche se jugaban al piedra-papel-tijera cual de ellas calentaría su futón.

Estos cuatro meses, repletos de felicidad y contento, pródigos de anécdotas chocarreras, de horas entregadas a los más variados deleites sensuales, serán memoria corrosiva de nuestro tiempo futuro. Recordaremos entonces el alegre reencuentro a su llegada, el abrazo fraterno con Diga, la Diosa cargada de cestos con fiambre, los Oscuros Retoños persiguiendo baturros a las cortesanas. Inolvidables serán nuestras partidas de mah-jong con el hierático Mikado, el tiro con arco a la perca gigante, los baños termales en gozosa y desnuda turbamulta. Permanecerán indelebles en nuestras duras molleras sus lecciones sobre el Impuesto del Valor Añadido, su Estrategia Militar Oscura, las ricas propiedades alucinatorias de la mandrágora buñolense.

Ah, qué implacable Chronos, qué ineludible Ananké, qué inasible la arenilla del reloj, qué malevo el postrer segundo. Hoy, Diga llora, el Embajador Torrija llora, el desconsolado Rimbombante llora, las alegres cortesanas de luenga tarifa y breve memoria parlotean ya como si tal cosa y yo, talentoso e inspiradísimo, interpreto boleros con mi shamisen.


Desde el primer día supimos que esta vida tan despreocupada y voluptuosa terminaría desasosegando al Señor de lo Lóbrego, feliz en nuestro acogedor edén pero añorante de su jauría de escolopendras, su fantasmal roble y su caldero repugnante de babosas. La gota que colmó su vaso de sake fue la televisiva noticia de que el vesánico Zepporro Máximo celebraría la próxima edición del Festival de Eurovisión en el Cráneo de Ymir. Según la reportera, el privilegio fue conquistado en el anterior certamen donde presentose él mismo, vestido de Luis XIV y con coro de semidesnudas eslavas, interpretando una versión tirolesa del "Rumore, rumore".

No habían pasado sie7e mudos y espantados segundos desde que vimos en nuestra pantalla de plasma el divino Cráneo de Ymir coronado por un tocado frutal a lo Carmen Miranda y amenazado por potentes focos, cámaras y técnicos de sonido, cuando Gandul Sagaz, emitiendo un pavoroso ulular, se volatilizó en un torbellino de íncubos rumbo a Occidente. Tan repentino fue que ni el consuelo de un último abrazo nos quedó.

Cuñado, doquiera que te encuentres, cuenta con nosotros para la reconquista de tu infelicidad y de tu chirriar de molares. Y por cierto, recuerdos de la Diosa que, ante tu sorprendente marcha, aquí quedose pelando la pava con una divinidad sintoísta.



Te extrañamos todos.