Zepporro Máximo, trota feliz
Si ya sabía yo que la labor del Ministerio de Cartografía sería titánica. El anterior Presidente de la República, bien llamado Zepporro Máximo, muestra lagunas importantes en conocimientos que deberían ser básicos para un estadista (véase A. J. J. CARPENTIER de LEMOS y ENTRAMBOSMARES (1982): Equívocos y Falacias en la Interpretación de Estadísticas Inguinales. Editorial de los Sentidos Hipnóticos, Valencia. O.280.492. y, del mismo autor, How to Lie with Statistics while playing the little chu-chu train. (1987) W. W. Patton and company, New York. O.280.678.) como son el censo de población y la ordenación del territorio.
El Instituto Republicano de Estadística publicó recientemente la actualización de los datos demográficos de nuestro territorio. Se conoce que los esbirros del anterior Presidente, bien por la dejadez propia que suele observarse en caducos músicos eurovisivos, bien por no hacerle mala sangre dada la indudable prosperidad de la República desde que abandonase su cargo, no le han informado de unos datos que, a grandes trazos, voy a comunicarle para que no vuelva a hacer gracietas sobre el número de combatientes desplegado alrededor del cráneo de Ymir.
La República de la Gran Medusa, como cualquier ceporro sabe, comprende los núcleos urbanos de Tomoyasville (capital y metrópoli), los asexionados barrios del Carmen, Benimaclet, playa de la Malvarrosa y Casa Guillermo, campus universitarios (incluída la UNED y toda su comunidad estudiantil por lejana que sea la distancia a la que estudien), la díscola pero apreciada plaza de Ascensión Xirivella, el Perelló, la piscina de Náquera, Tabuenca, el territorio hermano del Pla de la Mestra y Guilin, las colonias de Gor en Granada, Medusa en Albany, Ipanema con sus chicas, la Isla de Pascua con mis enigmáticas efigies y toda el área metropolitana de Tokio con sus 40 millones de amables habitantes.
Haga cálculos, altisonante amigo, y si su materia gris no da para tanto yo le ayudo: 40.679.423 medusianos dispuestos a todo por la Graciosa y Serenísima República. Y no cuento los chihuahuas ni mis cuatro Oscuros Retoños que, por nada del mundo, volverían al maligno Señorío del Sie7e.
Efectivamente, no paramos de crecer, y lo hacemos sin esfuerzo pues son muchas las naciones amigas que, vista la excelente calidad de vida y caldos que nuestra república del Bienestar proporciona, desean izar nuestra polícroma bandera con loro en todos sus edificios oficiales, acogerse a nuestra Constitución y hacer propios nuestro idioma, atávicas costumbres, idolatrías y selecciones deportivas.
He recibido, por cierto, noticias excelentes de Banano Agudo. Pronto terminará el conflicto que me enfrenta al Señorío del Sie7e. Las bonitas patinadoras allí desplegadas volverán, alrededor de Palacio girarán y las carpas del estanque en mi balcón sus nidos a colgar, y, otra vez, con las branquias en mis cristales, jugando llamarán.